La Navidad es
una de las fiestas más importantes del Cristianismo. Se celebra el 25 de
Diciembre y conmemora el nacimiento de Jesucristo en Belén. Dentro de las
fechas fijas señaladas en el calendario litúrgico, La Navidad (25 de diciembre)
es la más importante de todas. La Navidad es la fiesta cristiana más popular en
la sociedad, aunque la Iglesia considera que la Pascua es más importante. En
muchas familias las Fiestas de Navidad han ido perdiendo su carácter religioso
y en algunos lugares significan solo reuniones familiares, aguinaldos y compras.
La verdadera fecha de nacimiento de Jesús no se encuentra registrada en la
Biblia. Los orígenes de ésta celebración se remontan al solsticio del invierno
y las costumbres de antiguas civilizaciones.
Fue en la
civilización Romana donde el 17 de diciembre comenzaban las Saturnalia, fiestas
romanas en honor de Saturno que, expulsado por Zeus del Olimpo, se instaló en
el Capitolio, en el emplazamiento de la futura Roma, fundando la ciudad de
Saturia. Se liberaba a la estatua del dios de la cinta de lana que lo ceñía
durante el resto del año para impedirle abandonar Roma. En la ciudad reinaba
una alegría desmesurada: se suspendían las sesiones del Senado, se cerraban los
tribunales, se daba vacaciones a los escolares, se aplazaban las ejecuciones,
se concedía la libertad a los prisioneros, se realizaban sorteos de lotería y
se permitía la realización de juegos de azar, se celebraban banquetes públicos
y se enviaban regalos unos a otros; en las casas se invertían las clases
sociales: los esclavos se ataviaban con las ropas de sus amos y éstos les
servían la mesa, criticándoles aquellos sin temor al castigo.
Sobre el 18 de
diciembre dentro de las fiestas saturnales se celebran los carnavales de la antigüedad:
una orgía catártica que destruye el orden imperante para volver al Caos
primordial que alumbrará un tiempo en plenitud.
El 21 de diciembre
tenían lugar los fuegos saturnales y la generosidad del vino negro embriagan
los ojos y las mentes. La ciudad se convertía en una república burlesca en la
que los más humildes desempeñan los cargos públicos, derrocan las leyes y son
servidos por sus amos sin que puedan ser castigados por ello. Las mujeres
retozan en un libertinaje sin fin sin que por ello pierdan su buena reputación.
El 22 de diciembre,
la Saturnalia alcanza su locura más plena entre los ejércitos, que eligen un
"rey de las burlas", al que se le viste con atavíos reales, se presta
a todo tipo de placeres e inversiones, sus deseos son órdenes y disfruta de la
vida hasta el límite de sus posibilidades, pero al final de la fiesta se le
sacrifica en un altar levantado en honor a Saturno.
Sobre el 23 de diciembre,
coronando esta vorágine, tiene lugar un gran acontecimiento cósmico: el
solsticio de invierno. El Sol comienza su ascensión, el tiempo de luz irá creciendo
desde ahora hasta alcanzar su cenit en el solsticio de verano. Este solsticio
de invierno, dedicado también a Jano, es considerado como la "puerta de
los dioses", el acceso al reino de la luz. Es el momento de sembrar para,
más tarde, en la plenitud del estío, recoger.
El 24 de diciembre,
en la mitología egipcia sucede un hecho importante Ra, dios solar, se entera de
la infidelidad de su esposa embarazada, Nut, la maldijo, de modo que no pudiera
parir en ningún mes del año. Pero Nut tenía otro amante poderoso, el dios Thot,
que jugando una partida de damas con la Luna consiguió de ésta una 72ª parte de
cada día del año, con las que compuso cinco días completos que agregó al año
egipcio de 360 días. En estas últimas jornadas la maldición de Ra quedaría sin
efecto. Así pues, Osiris nació el primero de estos días y en los días
siguientes nacieron sus otros cuatro hermanos: Horus, Set, Isis y Nefty. El 25
de diciembre conmemoraban el nacimiento de los dioses solares. Hermano y amante
de Isis, Osiris será un dios benéfico, cuyo nacimiento fue anunciado por una
misteriosa y potente voz que retumbó en el templo de Tebas.
Los romanos
celebran la fiesta de Sol Invicto y también celebran el nacimiento de Mitra,
dios iranio del cielo y de la luz y, más tarde, tutelar de las legiones
romanas. Nació milagrosamente del seno de una roca y los pastores fueron los
primeros en dirigir sus plegarias al niño desnudo, cubierto tan sólo por un
gorro frigio. El culto al Sol, de escasa importancia entre los antiguos romanos,
cobró auge a partir del emperador Aureliano, quien, en el 274, lo asimiló al
"Sol Invictus" de la religión siria e instauró un nuevo culto. Con el
tiempo, este dios acabó imponiéndose a las demás divinidades, hasta desembocar,
por sincretismo, en una religión monoteísta.