En la Cuaresma del
año 2005, D. Juan José Asenjo Pelegrina a la sazón, obispo de Córdoba y
actualmente arzobispo metropolitano de Sevilla redactó y publicó la Carta
Pastoral del Obispo de Córdoba, en los comienzos de la Cuaresma, a los Consiliarios,
Hermanos Mayores, Presidentes de Agrupaciones y Miembros de las Hermandades y
Cofradías de la Diócesis.
El su apartado
vigésimo tercero habla del importante servicio de los Consiliarios: “No
quisiera terminar sin decir una palabra a los Consiliarios, figura clave en la
vida de las Hermandades, cuya vitalidad en buena medida depende de vuestra
implicación generosa en su devenir. Una tentación a evitar por los equipos
directivos de las Hermandades es considerar al Consiliario como una figura
prescindible o un mero objeto decorativo. Las Hermandades deben utilizar
vuestros servicios y consejos y vosotros debéis brindaros a colaborar con ellas
con generosidad, pues es mucho el bien que podéis hacer. El Consiliario actúa
en la vida de la Hermandad con autoridad delegada del Obispo, la acompaña para
que viva su auténtica identidad cristiana y eclesial, procura la formación de
sus miembros, comparte con ellos el pan de la palabra y de la Eucaristía,
discierne entre las distintas opciones, aconsejando aquellas que están más en
sintonía con el Evangelio y la Doctrina de la Iglesia, es servidor y ministro
de la unidad interna de la Hermandad, artesano de la paz, hermano entre
hermanos, a la vez que pastor y padre de sus miembros. Es además vínculo de
conexión entre aquella y la Iglesia particular y universal, preservándola de un
sectarismo estrecho y abriéndola a la catolicidad. Es, por último, testigo del
Absoluto de Dios. Como escribía hace muy poco un Obispo auxiliar de Madrid
acerca de la figura del consiliario de las asociaciones de fieles, en una época
como la nuestra en la que se niegan cada vez más los derechos de Dios sobre el
hombre, hoy más que nunca es necesario el servicio del profeta, del abogado de
los derechos de Dios. Ese es vuestro papel, queridos Consiliarios, nada más y
nada menos”.
Esta cuestión está
clara y diáfana.
Cada persona que se
acerca a las Estaciones de Penitencia de las distintas Cofradías, lo hace desde
diversas perspectivas; evidentemente la Semana Santa es ante todo un hecho
religioso, pero también es un hecho cultural, estético, tradicional, etcétera.
Sería imposible
definir lo que es la Semana Santa de una forma que satisficiera a todas las
personas que de una forma u otra participan en ella.
Pero todos
estaremos de acuerdo en una cosa, la Semana Santa sólo se comprende desde el
sentimiento, ese sentimiento que experimentamos con las sensaciones que nos
produce el ver andar a un determinado paso; cuando presentimos que vamos a ver
y sentir algo que nos va a emocionar; cuando en la intimidad de nuestro
cubrerrostro meditamos sobre nuestro proceder a lo largo del año; cuando una
determinada marcha se escucha por una calle estrecha y vienen a nuestra mente
recuerdos de años pasados; cuando miramos a una imagen sagrada y recordamos a
seres queridos que ya no la pueden contemplar y se establece esa comunión entre
la imagen y nosotros que nadie más puede comprender; cuando debajo del paso,
con nuestros compañeros y amigos, cargamos un montón de kilos y nadie más que
nosotros podemos experimentar esa sensación que estamos buscando durante todo
el año.
Como sentimiento
que es, como estado afectivo de nuestro ánimo producido por un sinfín de
sensaciones, se tiene o no se tiene independientemente de si somos cofrades,
kofrades, sacerdotes, religiosos, católicos, andaluces o extranjeros.
Por eso muchas
veces los no cofrades no nos comprenden y nosotros no comprendemos a los no
cofrades, les falta ese sentimiento que los demás tenemos y que no cambiaríamos
por nada del mundo; que nos hace contar los días que faltan para que la primera
se ponga en la calle.
Las Hermandades y
Cofradías son asociaciones de seglares con fines explícitamente religiosos
acogidas a la reglamentación del Derecho Canónico; están bajo la autoridad de
la jerarquía eclesiástica correspondiente, este hecho provoca una cierta
tensión entre las Hermandades y dicha autoridad eclesiástica en torno a los
deseos de independencia de las Cofradías y de la tutela directa sobre ellas del
párroco consiliario y hay que entenderlo, las Hermandades, contrariamente a
otras organizaciones religiosas, pertenecen siempre a un nivel local y no son simples secciones de
organizaciones religiosas globales, como
Acción Católica, Hermandad Obrera de Acción Católica, Juventud Obrera Cristiana, Caritas… Las Cofradías responden al contexto de cada sociedad local, tienen vida
propia y tratan de ser independientes de la organización eclesiástica oficial
tan dada a la uniformidad. Todo lo contrario a las otras organizaciones que
aparecen o desaparecen en cada pueblo o parroquia según sean las ideas del
párroco de turno y en todo caso son siempre impulsadas o al menos condicionadas
muy estrechamente por los párrocos.
Y aquí está el
problema, el párroco es consiliario sí o sí de todas las Hermandades que hay en
su parroquia y puede ser que el párroco no sea cofrade, que no conciba esta
forma de religiosidad popular, que no tenga ese sentimiento del que hablábamos
antes, pero se le está obligando a participar en la vida de la hermandad, vida
que no entiende ni comparte.
Un párroco no cofrade se sentirá más seguro con las
organizaciones globales de la Iglesia porque entre otras cosas, sus objetivos y
la forma de trabajar les vienen impuestas desde arriba; pero las Hermandades no
funcionan así, las Cofradías son soberanas en su forma de actuar, ellas eligen
cómo actúan y cuándo y por lo general, no admiten injerencias y mucho menos
órdenes directas o que las consideren como una fuente de ingresos más de la
parroquia.
Una persona tiene
la opción de pertenecer o no a una Hermandad o Cofradía pero el cura párroco no
la tiene, el cura párroco en virtud de lo dispuesto en el artículo trigésimo tercero del Estatuto Marco Diocesano de
Hermandades y Cofradías está obligado a ser Consiliario de la Hermandad le
guste o no.
Los párrocos van y
vienen, las Hermandades permanecen en sus sedes canónicas para siempre y
cambian de consiliario cada vez que llega un nuevo cura párroco y siempre que
se produce el cambio la pregunta es la misma... ¿Le gustarán a nuevo párroco
las cofradías o será como el que tenemos nosotros que se las tiene que tragar
porque no le queda otro remedio? ¿Será un cura cofrade? De la respuesta a estas
preguntas dependerá la relación entre el consiliario impuesto y la Hermandad o
Hermandades de la parroquia… algo tan serio como esto, no debería de ser una
mera cuestión de suerte como lo es hasta ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario