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jueves, 5 de abril de 2012

EL SIMBOLISMO DEL ALTAR.

El altar evoca la presencia divina, el sacrificio, la reunión con la deidad. Emplazado en la cabecera del templo, iglesia o catedral, representa el lugar en que convergen todos los gestos cultuales, en que lo sagrado se condensa con mayor intensidad. Cuando tiene forma de tumba simboliza el paso de la muerte a la vida y del tiempo finito a la eternidad.
Las escalinatas que conducen hacia el altar son el camino por el que discurre el ascenso ritual.
Los altares de piedra o betilos (“Piedra Sagrada”. Palabra proveniente del término hebreo “Beth-El”: “Morada de Dios” o “Recuerdo de los Dioses”. En algunas culturas semíticas también se utiliza para designar a los vestigios de meteoritos que golpeaban la tierra ("piedras de rayo"). Se utiliza este nombre para señalar cualquier tipo de piedra erguida que evoca la presencia de la divinidad y el emplazamiento de un lugar sagrado) refieren la indestructibilidad y la condición eterna de la divinidad.
En la tradición azteca, se empleó a modo de altar la piedra solar cilíndrica, en que, además de sacrificios, se llevaban a cabo la observación de los astros.
En el budismo, el núcleo arquitectónico de la devoción no es un altar en sentido estricto, sino un santuario, si bien cuando en él se depositan objetos, imágenes y ofrendas  puede considerarse un altar. En este caso, no obstante, no se halla instituido el rito del sacrificio.
En el cristianismo, el altar representa la tumba y la resurrección, la muerte transmutada en vida, el sacrificio de Cristo en la eucaristía. La madera, aquí, deviene en referente de la cruz y la piedra, la roca del Calvario. Las tres o siete gradas que llevan al altar (al que únicamente puede acceder el sumo sacerdote) simbolizan la trinidad o los siete dones del Espíritu Santo. Asimismo, el lienzo que cubre el altar no es sino un  remedo de la mortaja de Cristo.
En la tradición hindú, el altar remite al centro del mundo, al confín más remoto de la Tierra. La arcilla de la que está hecho es una evocación de lo terreno y las aguas que se emplean para amasarla evocan las aguas primigenias.

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